Señor Director:

En las democracias más avanzadas, la remuneración de los jueces está situada al margen de los vaivenes de la política contingente y garantizada en su irreductibilidad a nivel constitucional.

La razón es simple, pues se trata de una garantía de independencia de la función jurisdiccional respecto de otros poderes del Estado, que impide subordinar a quienes están llamados a garantizar la vigencia de los derechos de las personas a la voluntad de las autoridades políticas, sometidas estas mismas al control jurisdiccional.

Constatamos, lamentablemente, que se trata de un asunto que no logran compren­der ni el Ejecutivo ni el Congreso, cuando en el contexto del reajuste de las remune­raciones del sector público, perseveran en el “congelamiento” de los salarios de jue­ces, lo que significa, en términos reales, una reducción por segundo año consecutivo y una amenaza real a la garantía de indepen­dencia de la función judicial.

Ciertamente, no nos oponemos a que a propósito de este reajuste se haga una política redistributiva en favor de los salarios más bajos del Estado, pero re­chazamos que, desde una política amena­zante y poco reflexiva, se afecte una garantía relevante, debiendo proveer el Estado de los recursos suficientes para alcanzar uno y otro fin.

Los jueces no somos una burocracia más y demandamos del Estado, a lo menos, la mantención del poder adquisiti­vo de la retribución que recibimos por la relevante función pública que pesa sobre nuestros hombros, al tiempo que espera­mos que la República disponga pronto de una norma sensata que garantice la irreductibilidad de esa retribución, al margen de la contingencia y ajena a voluntades distraídas respecto de las consecuencias lesivas para valores rele­vantes de la democracia que pueden acarrear sus decisiones.

Alvaro Flores Monardes

Presidente de la Asociación de Magistrados